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El Guión Técnico

  • Foto del escritor: Ricardo Harrington
    Ricardo Harrington
  • 15 feb 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 16 feb 2019

Existe una antigua discusión entre defensores y detractores del guión técnico. No es el momento de ahondar en esa disputa. Baste decir que ambos llegan a tener razón. Sin embargo, la única manera de estar de acuerdo con aquellos que abominan del guión técnico, es saber hacerlo y haberlo hecho al menos una vez. El guión técnico es el último proceso creativo de la pre producción, antes de que la producción intervenga con tanta fuerza que ya no queda mucho más que caminar hacia adelante con ella.


Este trabajo es la concreción de la visualización audiovisual del guión literario. En ella, el director va “pintando” la historia y la va estableciendo en su cabeza, dejando una copia en el papel, para que todos los colaboradores la puedan conocer y manejar; para que la producción la pueda cuantificar y hacer realidad; para que el director de fotografía pueda terminar de planificar su luz y sus encuadres; para que el director de arte tenga la certeza de cómo se van a ver sus locaciones, sus vestuarios, sus peinados, sus escenografías. Es el último momento de creatividad antes de que todo el equipo se ponga manos a la obra y se comience a rodar el filme.


Desde mi perspectiva -que defiendo su utilización-, trabajar con guión técnico no quita libertad, sino por el contrario la aumenta, porque nunca perdemos la libertad de improvisar en esta o aquella escena o plano, pero teniendo guión técnico lo hacemos desde una base organizada que, al menos en aquellas primeras incursiones como director o equipo realizador, ofrece seguridad y estabilidad, amén del conocimiento de las consecuencias que esta improvisación tendrá para el conjunto de la obra, permitiéndonos asumir los costos asociados.


El objetivo fundamental de realizar un guión técnico es poder compartir la visualización del filme que tiene el director de la obra con el resto del equipo pero fundamentalmente con dos de sus áreas: la producción y el montaje. En el primer caso, no es menor el destacar que esté relacionado con poder afinar el presupuesto del proyecto, pues precisamente en no pocas de las definiciones del guión técnico aparecen requerimientos específicos que terminan por redundar en el coste de la proyecto. Pensemos, por ejemplo, en que no es lo mismo una plano cenital a secas que uno aéreo; ni un paneo que un travelling. Ya sea por diferencias en el equipamiento o en el tiempo de ejecución, afectarán el presupuesto. Y tampoco es lo mismo que en la escena suenen unos pajaritos, a que lo haga “Satisfaction”, de Rolling Stones. El primero, lo registrará el mismo sonidista contratado para grabar los diálogos, o simplemente se extraerá de una librería digital, y el segundo obviamente es más caro. Pero no menos importante es que de este documento surge otro, el Plan de Filmación y con ello la organización completa del rodaje de la película.


El equipo de producción completo, incluyendo al director de arte y al de fotografía, basan buena parte de su trabajo en el guión técnico. El asistente de dirección lo utiliza como guía para sacar adelante el rodaje con la mayor eficiencia y coherencia posibles. Y hasta los actores lo utilizan para aprenderse o fijar sus diálogos correspondientes, en un orden determinado. En el segundo, su importancia está asociada al trabajo del montajista. Sin esta guía, es muy difícil que la visión del director se respete durante el largo y meticuloso proceso de post producción. Es precisamente este documento lo que guiará al montajista en la toma de decisiones durante buena parte del proceso de compaginación. Especialmente en aquellos momentos en que el director no puede estar todo el tiempo presente pues aún se encuentra rodando el proyecto.


Trasladar las imágenes y los sonidos, los gestos y las entonaciones, los movimientos de la cámara y los personajes que ha imaginado el director a un documento, no es en absoluto sencillo. Menos aun cuando no se ha hecho antes. En no pocas oportunidades quisiéramos tener un transcriptor de pensamientos. Pero se puede. En primer lugar, se trata de concebir esas imágenes, sonidos y movimientos. Verlos suceder dentro de nuestra cabeza. Imaginarlos como si estuviéramos viendo el filme. Debe haber tantos métodos para ello como personas dirigiendo. Ninguna es mejor que la otra. O, para ser más exactos, la tuya es la mejor; la que te funciona a ti. Esta es la parte más entretenida de este arduo proceso. Pero también la más desordenada. La más difícil de asir, de atrapar. Y es que es muy complicado estar imaginando y anotando a un mismo tiempo. De ahí que quisiéramos contar con una tecnología, con una herramienta que trascriba nuestros pensamientos directamente al computador o al papel. Mientras eso no sea posible, debemos conformarnos con hacer el ejercicio de ir aprendiéndonos de memoria la película que pasa dentro de nuestra cabeza, como si se tratara de un hecho real. Como si lo hubiéramos vivido. Hasta que tenga la misma viveza de los recuerdos. Una buena ayuda es contárselo a quien se ofrezca para escucharnos; con tanto detalle como nos sea posible. Verbalizar esos acontecimientos los irá fraguando en nuestra mente con el mismo valor de los recuerdos. Pero, además, nos permitirá tener una buen referente del efecto que ello causa en los potenciales espectadores que son nuestros interlocutores. Dependiendo de cada caso, también, nos harán comentarios que a veces serán interesantes de tener en cuenta. Si no tenemos a nadie a quien relatarle la historia, también podemos recurrir a grabar la narración en un dispositivo, lo que nos agrega la posibilidad de volver a escuchar nuestra invención.


Una de las razones por las que el proceso de establecimiento del guión técnico se hace después de la búsqueda del casting y las locaciones, es porque resulta indispensable para este proceso conocerlos. Aunque es cierto que cualquier guión es posible de imaginar sin necesidad de conocer su elenco o sus locaciones, también lo es que para que sea útil a la producción puntual de un proyecto, es imprescindible. ¿Cómo imaginar un plano, movimiento o gesto factible y apropiado a tal o cual locación o actor, de otro modo?


Cuando tengamos la historia dominada, debemos proceder a su transcripción al formato escrito. O, en su defecto, en un formato gráfico, como es el storyboard. Muchas de las películas industriales desarrollan storyboards tan precisos que al mirarlos resultan prácticamente idénticos a la película. Y algunas llegan a obtener plusvalía o establecer acuerdos muy convenientes con los dibujantes producto de su posterior impresión y venta. Pero para nosotros esa realidad está aún demasiado lejos. Todo lo que queremos es no perdernos en el complejo proceso de la realización de nuestro proyecto fílmico. Así, con o sin storyboard, debemos llevar a papel el guión técnico que hemos ido configurando en nuestra mente, para lo cual podemos proceder de muchísimas maneras distintas. Una vez más, todas potencialmente buenas.


El guión técnico es bastante más que un listado de números y descripciones técnicas donde sólo se determinan los planos, ángulos, movimientos y puntos de vista que se utilizarán en el rodaje. Es también el documento en el que se determina cómo se visualiza el tiempo de cada escena y hasta de cada momento de la escena. Aquí se debe especificar si se trata de un racconto; de una elipsis; de un tiempo expandido o ralentado, acelerado; etc. Es el lugar en el que se especifica el punto de vista que tenemos sobre el especio, es decir, si lo mostraremos con angulares o tele objetivos; si en foco o fuera de foco; si luminoso u oscuro; si dentro del campo visual o fuera de éste; etc.


Cada uno de estos detalles y especificaciones pondrá sobre alerta a los diferentes técnicos que nos acompañan en la narración de nuestra historia, desde el director de fotografía, el director de arte, el sonidista, los actores, y el montajista; con lo que podremos realmente comenzar a hablar de trabajo en equipo; que es el que caracteriza al audiovisual.

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